EL TESORO DEL VITA

Entre los agujeros negros de la guerra civil, el periplo del buque «Vita», cargado con los tesoros del patrimonio histórico artístico español, dejaba todavía muchos aspectos por aclarar. 

Los tesoros expoliados en 1936 en el Palacio Real, las catedrales de Toledo y Tortosa, los depósitos de la Generalitat y la sección numismática del Museo Arqueológico Nacional acabaron, dos años después, fundidos en México a beneficio de la JARE de Indalecio Prieto y del presidente Lázaro Cárdenas.


EL BARCO

El Vita fue un yate, Construido en 1931 en Kiel (Alemania) por la firma Germania Werft GmbH, con el nombre de Argosy, se trataba de un yate de propulsión diésel con una eslora máxima de 62,20 m, por 9,20 de manga.

En 1934 cambió su nombre al de Vita, siendo adquirido durante la Guerra Civil Española por Marino de Gamboa, simpatizante del nacionalismo vasco, que lo puso al servicio de las autoridades republicanas en los momentos finales de la contienda.

Fue empleado para transportar objetos incautados por la Caja General de Reparaciones al término de la Guerra Civil Española, a instancias del presidente del gobierno republicano Juan Negrín.

Al contrario de lo que se ha sostenido legendariamente, el Vita no era el Giralda, antiguo yate real de Alfonso XIII, el cual de hecho, dejó de ser yate real en 1918, pasó luego buque hidrográfico y en 1934 fue dado de baja, siendo desguazado en Sevilla en 1940.

Fue vendido a un ciudadano filipino, navegando bajo pabellón estadounidense. 




Uso posterior del buque

El Vita fue adquirido el 14 de julio de 1942 por la Armada de los Estados Unidos que lo rebautizó USS Cythera (PY-31), utilizándolo como buque de patrulla durante la Segunda Guerra Mundial, fue puesto en reserva el 3 de enero de 1944 y dado de baja el 14 de marzo de 1946, tras lo cual fue vendido, y recibió los nombres de Abril, Sátira y posteriormente Ben Hech, transportando con ese nombre a 600 refugiados al Mandato británico de Palestina, siendo interceptado por el destructor HMS Chieftain (R32) el 16 de marzo de 1946, tras lo cual fue remolcado a Haifa.

Fue reformado y utilizado como cañonero por la armada de Israel con el nombre INS Maoz (K-24), en la que causó baja en 1956, tras la Guerra del Sinaí.

Desde ese año, prestó servicio como ferry en la isla de Capri con el nombre de Santa María del Mare y bandera italiana, cesando en dicha actividad en 2002.

El buque fue totalmente reformado y modernizado como yate de lujo en 2009, siendo propiedad de Allship Verwaltungs- und Beteiligungs GmbH & Co. de Hamburgo, Alemania.

Fue rebautizado Rossy One y tiene Nápoles como puerto de registro.


LA TRIPULACION

Probablemente aún no se ha escrito la historia definitiva del yate "Vita" y su cargamento.
En este barco, se trasladaron a México una serie de bienes de la República que debían ser gestionados por Juan Negrín.

Al final, será Prieto quien se haga con barco y cargamento.

En esta historia, los vascos jugarán un papel protagonista.

AI estallar la guerra civil, la flota mercante de matrícula vasca era la más importante del Estado español. 

Decenas de buques navegaban por todos los mares.

La mayoría de oficiales y tripulaciones permanecieron leales a la República. Ante el bloqueo de puertos y vías de navegación de la escuadra franquista, apoyada, en no pocas ocasiones por barcos de guerra alemanes, barcos y tripulaciones se dirigieron a puertos neutrales, sobre todo, europeos.

En este caso se encontraba el capitán José Ordorika Ruiz de Asúa que mandaba el "Neptuno", de la "Marítima del Nervión" que lleva su barco al puerto inglés de Southampton.

José Ordorika, había nacido en Lekeitio y, desde su juventud, militará en el PNV y ELA-STV.

 Isaac Echave era primer oficial del "Tramontana", un bacaladero de la "Pysbe".

 El capitán de barco, ante la situación bélica, fue a visitar a su familia. Sin embargo, los acontecimientos se precipitan y se ve copado por los franquistas.

Por orden de las autoridades republicanas, lleva el barco al Mediterráneo, donde muy pronto comenzará a realizar misiones especiales para el Ministerio de Hacienda del que, en aquellos días, es titular Juan Negrín. 

En octubre de 1936, se constituye en Gernika el Gobierno Vasco y poco después, comienza a funcionar en Londres una Delegación, al frente de la cual se encuentra el guipuzcoano José Ignacio Lizaso.

 Con él colabora, Marino de Gamboa, un empresario nacionalista oriundo de Filipinas que poseía ciudadanía norteamericana. Un primo de este último, Raimundo de Gamboa que, al comienzo de la guerra, había colaborado, decisivamente, para la creación y encuadramiento de las milicias nacionalistas, fue capturado al mismo tiempo que el sacerdote José de Ariztimuño "Aitzol" y fusilado.

En una primera etapa, la Delegación Vasca de Londres -que comienza a funcionar en unas dependencias de la Embajada de la República- se dedicará, sobre todo, a fletar los barcos necesarios para mantener los suministros a los puertos del Norte peninsular, primero, y a la evacuación de refugiados, más tarde. 

Asimismo, va a alquilar los barcos mercantes que habían logrado ponerse a salvo, a terceros países.

De esta forma, se evitaban los gastos de atraque y, por otro lado, financiar las operaciones a que hacíamos referencia.

Desde 1938, de los fletes se encargará la "Mid Atlantic Shipping Co.", oficialmente dependiente de Campsa, que está dirigida, además de por un inglés, por el nacionalista Gamboa y el socialista Aldama.

Por su parte Eliodoro de la Torre, consejero de Hacienda del Gobierno Vasco, había logrado un sistema de autofinanciación muy perfeccionado, con el que no sólo se atendió a las necesidades de la guerra y la evacuación, sino que se prestó dinero a Asturias e, incluso, se asumieron pagos de bienes adquiridos por la República.

En este punto, no hay que olvidar que el País Vasco se regía entonces por el Concierto Económico.

A principios de 1939, se plantea una dura polémica entre Torre y el ministro de Hacienda republicano Francisco Méndez Aspe.

Por un lado, el vasco exigía, ante los enormes gastos que producían la perfecta atención a los refugiados, que la República pagase las deudas contraídas con el Gobierno Vasco.

Por otro, que fuese este último quien gestionase y administrase la parte correspondiente a Euzkadi de los bienes que el Estado había colocado en el exterior.

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El 31 de agosto desembarcó el comandante Isaac Echave y varios tripulantes, reclamados por el ministro de Hacienda para que se presentaran en Barcelona.

Más adelante se trasladarían a Francia con Mariano Manresa, el antiguo comandante del buque, para hacerse cargo del tesoro de la República.

A ellos se les encomendó conducirlo a México, a bordo del yate Vita.

Tripulación que realizó la travesía con el tesoro del “VITA”, desde Francia hasta México
La tripulación del yate estaba formada por oficiales y marineros vascos y cántabros, bajo el mando del capitán José Ordorika, de Lequeitio, y de Mariano Manresa como administrador responsable de la operación.

El tesoro llegó a Veracruz en el Vita el 23 de marzo de 1939 y sirvió para auxiliar a los republicanos en el exilio después de la guerra.

A Echave le sustituyó en el mando del Tramontana el teniente de navío Manuel Hoyos Amenabar de Santurce, que sólo estaría un mes, pues a finales de septiembre tomaría el mando el alférez de navío Amadeo Uribe, antiguo oficial del bou Donostia y permanecería en él hasta el fin de la guerra.

De izquierda a derecha, Luis Enderika, Marino Gamboa y José Ordorika a bordo del Vita

LA TRAVESIA
El 28 de febrero de 1939, por la noche, el "Vita" se hace a la mar. Hacía muy mal tiempo y el yate se ve obligado a fondear hasta el mediodía siguiente.

Arrecia el temporal y el "Vita" se refugia entonces en Thor Boy, a donde había llegado el día 2 de marzo a la una de la madrugada.

Reemprende el viaje el día 4, en medio de un gran temporal, navegando uno de los días con una máquina moderada y otros con dos máquinas moderadas.

El viento alcanzaba velocidades de entre 60 y 70 millas por hora.

A medida que se acercaba a América, la tormenta iría amainando.

Fueron días de verdadera prueba, especialmente para los funcionarios y carabineros, que hicieron la travesía totalmente mareados.

El primer puerto americano que toca el "Vita", ya en tierras americanas, será el de la isla Saint Thomas, de soberanía norteamericana.

Allí surge un pequeño incidente con las autoridades de Marina que estuvo a punto de dar al traste con la operación.

Como era preceptivo, el capitán Ordorika -que está acompañado por el oficial más joven de la tripu­lación, Antonio Brouard- es requerido para que enseñe la documentación del barco.

Al mostrarle el certificado de propiedad expedido por el cónsul de Southampton los agentes norteamericanos se dan cuenta que en dicho documento figura como "master" (capitán) Marino Gamboa.

Según la legislación marítima de los Estados Unidos, ninguna persona que no fuera ciudadano de aquel país -Gamboa lo era- podía mandar un barco de su pabellón.

A pesar de aquel contratiempo, finalmente, el "Vita" seguiría rumbo a México.

El día 23 de marzo llegaba a Veracruz.

Se encuentran con que nadie ha ido a recibirles.

El responsable de la escolta, Puente, y el delegado de Hacienda, Martínez Sabater, donde se encuentran con la autoridad republicana de más rango en aquellos momentos, el diputado y ex ministro, Indalecio Prieto, para consultarle sobre la situación. Prieto, por otro lado, tenía el cargo de embajador plenipotenciario de la República.

La situación comienza a complicarse.

El día 27 llegaba al "Vita" un oficial y cuatro agentes de la Aduana mexicana para verificar un riguroso fondeo (registro).

Y así lo hicieron. Sin embargo, la carta no estaba, como era de prever, en la bodega del barco, sino en el lujoso camarote del armador y éste estaba cerrado.

Cuando llegaron a éste, el mayordomo, hombre ocurrente y rápido de reflejos, logró convencerles de que aquella era solamente la cámara del capitán y que éste se encontraba en tierra, lo que era en parte cierto.

Sin embargo, todos temían que, si se producía un nuevo registro, podía aparecer el "tesoro".

En vista de lo ocurrido, se reúnen en tierra Mariano Manresa, José Ordorika, Enrique Puente, García y Arévalo.

Se acuerda que, esta vez, viajen a la capital el capitán Ordorika -máximo responsable de la carga- y Puente, que era, además, amigo personal de Indalecio Prieto.

Se vuelven a entrevistar con el viejo socialista bilbaíno, rogándole que intervenga para conseguir el desembarco de la carga, ya que, de lo contrario, corría el grave riesgo de que fuera descubierta, en cuyo caso -como más tarde reco­nocería el propio Prieto- no sólo quedaría confiscada por la Aduana, sino que Ordorika podía ser encarcelado.

El día 28 se celebra una reunión entre los del "Vita" y Prieto.

Éste, finalmente, accederá a gestionar una solución, para lo que se pone en contacto con el presidente de la República, general Lázaro Cárdenas.

Al día siguiente, regresan a Veracruz, y a las diez de la noche del mismo, zarpaban hacia Tampico, donde llegaban a las dos de la tarde del 30.

En Tampico les espera un grupo de militares con instrucciones concretas de Cárdenas al mando del general Núñez, comandante de la zona de Morelos.

Antes de proceder al traslado de la carga, el general y un ayudante revisan la mercancía a bordo del barco.

De madrugada, se procedía a cargar el "tesoro" en un vagón de ferrocarril.

Por aquellos días habían comenzado a circular rumores -al igual que había ocurrido en Francia- en torno al cargamento del "Vita", lo que, entre otras cosas, dará lugar a un curioso incidente.

En un momento determinado del viaje, Ordorika y el grupo de militares que le escoltan se dan cuenta que les sigue un grupo de gente armada. Sin embargo, el asunto no pasaría a mayores.

Llegados a México, el cargamento se dejaría en un lugar seguro a la espera de acontecimientos.

José Ordorika se pone de nuevo en contacto con Indalecio Prieto para tratar el pago de los sueldos a su tripulación tal y como se les había prometido en Francia. Según parece, en aquella reunión se llegaría a un acuerdo en torno a la cantidad.

EL BOTÍN

La importancia del conocido «Tesoro del Vita» radica en el hecho de que reunía objetos y colecciones pertenecientes al patrimonio histórico-arqueológico español que fueron requisados por el gobierno de la República en las catedrales de Toledo y Tortosa, el Palacio Real de Madrid y los monetarios del Museo Arqueológico Nacional y de la Casa de la Moneda, así como una parte de las reservas económicas de la Generalitat de Catalunya y materiales controlados por la Caja General de Reparaciones.

Bultos Nº 38, 62 y 99 - Depósitos del Banco de España y del Monte de Piedad, además de colecciones de monedas de valor numismático,

Bulto Nº 81 - Ejemplares únicos de valor histórico, entre ellas el Monetario de la Casa de la Moneda de Madrid.

Bultos Nº 58 y 59 - Monetario del Museo Arqueológico Nacional.

Bultos Nº 44 y 45 - Objetos histórico-artísticos de la catedral de Tortosa.

Bultos Nº 49 y 50 - Tesoros de la catedral de Toledo, entre ellos el Portapaz del Cardenal Mendoza, el Broche del Cardenal Cisneros, el Cáliz del Cardenal Fonseca o el famoso manto de las 80.000 perlas de la Virgen del Sagrario.

Bultos Nº 39, 101 y 102  Objetos de culto de la Capilla Real de Madrid, entre ellos, el joyero y el Clavo de Cristo.

Bultos Nº 16, 18, 20 a 22, 24, 25 , 28, 29, 4 1 , 46 y 47 Numerosas custodias y objetos de arte sacro Además de las muy ricas joyas de la Virgen de Requena, el Tesoro Mayor y e l Relicario Mayor de Santa Cinta, ropas y objetos del Papa Luna sin contar los restantes objetos empaquetados en las maletas, que eran el mayor volumen de la expedición".

 Según el dirigente de la UGT Amaro del Rosal Francisco Gordo, funcionario de la Embajada en París y socialista de confianza, (con todo sigilo y discreción) adquirió 120 grandes maletas) que viajaron repletas de objetos de gran valor sin inventariar.

EL EXPOLIO DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL

Uno de los capítulos más tristes y también uno de los más oscuros de la historia del rico Patrimonio Histórico de España es la desaparición de las monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional durante la Guerra Civil.

Sin embargo, a pesar de la gravedad de esta pérdida tan significativa para nuestro Patrimonio, sus circunstancias y consecuencias apenas han sido investigadas, lo que no deja de producir extrañeza.

La única excepción pueden considerarse las referencias recogidas por Carmen Alfar02, obtenidas en gran medida directamente de uno de los protagonistas, el insigne numismático, Prof. Felipe Mateu y Llopis

La causa de esta actitud puede estar en un deseo inconsciente por olvidar un episodio tan lamentable una vez acabada la Guerra por parte de los funcionarios del Museo Arqueológico Nacional que sufrieron la incautación, pues alguno de ellos se vio personalmente implicado en él muy a su pesar y, una vez ocurridos los hechos, quizás consideraran que ya no tenían remedio y que era mejor olvidar, aunque seguía siendo una cuestión candente entre los facultativos y directivos de la institución.

Por parte de los seguidores de la República que llevaron a cabo el expolio, su silencio se explica con mayor facilidad.

En efecto, el expolio y desaparición de las monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional representan uno de los episodios más lamentables de toda la historia del Patrimonio Histórico de España y, por supuesto, de la II República Española.

Pero, al margen de las pérdidas de vidas humanas durante esos crueles años, dicho expolio quizás resulte el episodio más esclarecedor para conocer y comprender la verdadera forma de actuar de aquel régimen a través de lo que documentan los hechos al margen de la propaganda ideológica sobre un expolio que se produjo totalmente en contra de cualquier norma de un estado de derecho y, desde luego, contra cuanto exige el cuidado del Patrimonio Histórico no sólo de un estado democrático, sino de un país civilizado.

Después de casi ochenta años desde aquel lamentable suceso, todavía no se ha abordado un estudio exhaustivo de las circunstancias y vicisitudes de la incautación, un tema que debe enmarcarse dentro del estudio de las grandes pérdidas del rico Patrimonio Histórico de España, desde la Guerra de la Independencia y la Desamortización de Mendizábal a la Guerra Civil y, en cierto sentido, a pérdidas posteriores tras las reformas del Concilio Vaticano II, pues nunca se ha hecho un inventario detallado que permita conocer y valorar este proceso del paulatino empobrecimiento cultural de España.

Para abordar el análisis de las circunstancias conocidas sobre el expolio de las monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional se procede, en primer lugar, a recoger los datos existentes sobre la incautación y sus circunstancias, incluyendo las escasas noticias existentes sobre el inventario de las piezas desaparecidas realizado en el momento de la incautación.

Para ello, se ha procedido a recoger textualmente las declaraciones de los testigos presenciales por ser la documentación más fidedigna, contrastada con la que se conserva en el Archivo de dicha institución.

A continuación, se ofrecen las noticias que se han podido reunir sobre las vicisitudes posteriores relativas a estas monedas de oro, desde su salida del Museo Arqueológico Nacional hasta su traslado a Méjico, donde se pierde definitivamente la pista de su existencia.

Por último, se ofrece un comentario sobre las circunstancias de la incautación y la pérdida de estas monedas que contribuya a su interpretación objetiva y, finalmente, se exponen también una serie de conclusiones históricas, deducidas de los datos objetivos anteriormente analizados para contribuir a una mejor interpretación de los hechos.

EL GABINETE NUMISMÁTICO DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL

El Gabinete Numismático del Museo Arqueológico Nacional es la principal colección de monedas de España y puede ser considerada entre las más importantes del mundo.

Su origen se remonta al rey Felipe V, quien, en 171 1 , decidió crear una Biblioteca Real, que se abrió al público un año después.

De acuerdo con las costumbres de la época, dicha biblioteca era, al mismo tiempo, un Gabinete de Curiosidades con objetos de estudios, en especial, aquellos considerados como documentos históricos, pues, según la Real Cédula de su fundación, del año 1716, además de libros, contenía «algunos manuscritos, varios instrumentos matemáticos, porci6n de monedas, medallas y otras curiosidades» , entre las que destacarían los entalles o camafeos.

Dichas monedas y medallas procedían de las colecciones reales conservadas en el Palacio Real, a las que se añadieron las adquiridas por el P. Robinet, confesor del Rey y I Director de la Real Biblioteca, quien adquirió algunas importantes colecciones de la nobleza, entre la que era costumbre reunir monedas como afición culta y distinguida. Entre otras, se adquirieron las de Gabriel Álvarez de Toledo, el erudito Bibliotecario Mayor, y las 9320 monedas de oro, plata y bronce de la colección del Duque de Medinaceli, a las que se fueron añadiendo hallazgos de toda España y obsequios a los monarcas, de forma que en 1715 la colección ya superaba las 20.000 piezas.

En 1743, la colección se guardaba ordenada en 12 armarios o «monetarios» y por esos años se adquirieron otras diversas colecciones, como la colección de 7000 monedas de Charles de Orleáns en 1749, considerada una de las mejores de

Europa, la del anticuario italiano Alexo Symmacho Mazzochi en 1786, poco después la del Infante D. Luís de Borbón y la del Infante Don Gabriel en 1793 , además de otras adquisiciones y donaciones. De este modo, en 1800, el monetario contaba ya con más de 80.000 piezas. Tras las vicisitudes y el paréntesis que supuso la Invasión Napoleónica, en 1837 su número ascendía a 90.403 monedas, número que siguió incrementándose en años sucesivos.

Al crearse el Museo Arqueológico Nacional en 1867 , a los pocos años, la colección ascendía a 103 .096 piezas y Juan de Dios de la Rada y Delgado, que fue Director de la Institución, señalaba que este Gabinete de monedas, al que habían ido a parar las monedas de la Biblioteca Real más las del antiguo Gabinete de Historia Natural creado por Carlos III y otras colecciones «alcanzaba por tales medios a la época en que el Museo se formó, importantísima y abundante colección, que podía figurar dignamente entre las mejores de Europa, contándose en ella series de inapreciable valor», representando «una de las verdaderas riquezas de la Nación española» .

El prestigio de la colección era indudable gracias a los continuos estudios, publicaciones y aumento de piezas, notablemente incrementadas a partir de la Restauración, de modo que en la Catálogo-Guía de 1925 se considera que el Gabinete numismático del Museo Arqueológico Nacional custodiaba más de 160.000 monedas y 15.000 medallas, por lo que podía ser considerada entre las más importantes colecciones del mundo.

LA INCAUTACIÓN DE LAS MONEDAS DE ORO DEL MUSEO

La incautación de las monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional fue una pérdida irreparable, ocurrida en circunstancias que hay que considerar, incluso dentro del lamentable marco de la Guerra Civil, como muy penosas por el propio hecho, la forma en que ocurrió y por sus consecuencias, que todavía lamentamos.

Poco después de estallar el llamado «Alzamiento Nacional» el 18 de Julio de 1936, en los días de incertidumbre, cuando no había transcurrido ni una semana, el 23 de julio, el Ministerio de Instrucción Pública constituía la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico, también conocida como Junta de Incautación de Obras de Arte, modificando la recientemente creada Junta Superior del Tesoro Artístico.

Para comprender las circunstancias históricas de esas fechas, basta recordar que el Gobierno francés había impuesto el día 25 de julio el embargo sobre las armas destinadas a España y José Giral cursó la primera petición de ayuda a la Unión Soviética.

También en esa fecha el Gobierno de la República expropiaba, por decreto, todos los edificios pertenecientes a congregaciones religiosas y a obras pías o de beneficencia pocos días antes de ordenar clausurar las iglesias y declaraba cesantes a los empleados del Gobierno estatal que simpatizaran con el «Alzamiento».

La finalidad de la Junta de Incautación era la de atajar los daños producidos al Patrimonio Histórico-Artístico por los saqueos y quemas de conventos, monumentos y bibliotecas producidos en las zonas bajo control del Gobierno de la II República en los primeros días del conflicto y evitar que ocurrieran otros sucesos similares.

En estas actividades, se recuperaron muchos objetos de valor artístico, recuperación que, en ocasiones, supuso una auténtica requisa de bienes privados, en muchos casos sin el debido control

Los objetos arqueológicos y antigüedades eran llevados en Madrid al Museo Arqueológico Nacional, que se convirtió en un inmenso almacén.

Esta estresante situación, a la que se debe añadir la incertidumbre respecto a la vida de muchas personas, es el marco de referencia para comprender en qué situación se hallaba el Museo Arqueológico Nacional y los funcionarios que lo atendían cuando se produjo la incautación de sus monedas de oro.

A consecuencia del triunfo del Alzamiento, al estabilizarse la contienda y aproximarse el ejército nacional a Madrid, el 2 de octubre de 1936 el Museo había quedado en poder de las milicias y la Guardia Nacional republicana16 y la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico Nacional cerraron sus puertas en aquellas fechas de tanta inseguridad para personas y propiedades, tras haber sido detenidos todos los funcionarios , entre ellos, el Secretario de la institución, Ricardo Aguirre Martínez-Valdivieso (1882-1936), detenido el 27 de septiembre y que fue fusilado.

En el Museo Arqueológico Nacional se procedió a desmontar las vitrinas e instalaciones, que los funcionaros protegieron con sacos terreros.

Los objetos, tras ser convenientemente embalados, se almacenaron apilados y se resguardaron con un gran andamiaje en la espaciosa «Sala de antigüedades egipcias», que en la última reforma correspondía a la Sala de «Colonizaciones».

Durante la contienda, varios proyectiles, afortunadamente de escasa potencia, cayeron en el jardín y en el propio edificio del Museo Arqueológico Nacional, que sufrió las consecuencias de la Guerra Civil como tantos otros edificios y monumentos, aunque, por fortuna, ello apenas afectó a objetos e instalaciones.

Por el contrario, sin lugar a dudas, la principal consecuencia de la Guerra fue la orden terminante de incautación de todas las monedas de oro que custodiaba ocurrida los días 4 y 5 de noviembre de 1936, monedas que representaban un conjunto único e insustituible del Patrimonio Histórico de España.

Según las diversas noticias transmitidas hasta nosotros de aquel episodio, el personal del Cuerpo Facultativo de Archivos, Bibliotecas y Museos intentó paliar como pudo y con muy grave riesgo personal la orden de incautación, escondiendo entre los muebles del Museo alguna de las piezas más importantes, como la gran dobla de Pedro I, en algún caso, incluso, introduciéndolas entre sus prendas íntimas para después ocultarlas en muebles del Museo e incluso enterrarlas en de la base de la estatua de Livia en el Patio Romano de la institución24, con grave riesgo personal en el contexto de mortales represalias en aquellos meses iníciales de la Guerra Civil.

Esta actitud de auténtico heroísmo, aunque conocida, apenas ha sido valorada como uno de los más importantes y abnegados servicios del Cuerpo Facultativo de Archivos, Bibliotecas y Museos.

Sin embargo, a pesar de que se consiguió salvar algunas piezas de gran importancia, no se pudo impedir la incautación y pérdida de la mayoría de ellas.

Para documentar estos hechos se puede seguir textualmente la narración recogida de C. Alfaro, por ser quien mejor los ha documentado, contando con la colaboración de testigos presenciales como Felipe Mateu y Llopis, quien, tras la Guerra Civil, hizo un detallado informe sobre estos acontecimientos:

«Ante los graves acontecimientos que se estaban desencadenando en Madrid en el verano de 1 936, los Funcionarios Facultativos del Museo procedieron a guardar una serie de objetos de la sala del Tesoro y las principales monedas de oro del Monetario en las arcas que había en las salas de la planta baja . . . y en los rincones de los despachos: gracias a ello se salvaron el cuaternión de Augusto, la Gran Dobla (de Pedro I) y el centén de Felipe IV (piezas únicas totalmente excepcionales), donde estuvieron ocultos hasta finalizada la Guerra Civil.

Concretamente en septiembre de 1936 se guardaron algunas monedas de oro en un arca que había en la sala de Talavera.

No se bajaron todas las monedas de oro del armario XII, como propuso el Sr. Matéu, por su elevado volumen, pero sí se bajó todo el oro español, principalmente de los Reyes Católicos y medieval, junto a otras piezas notables de la colección que se colocaron en una caja pequeña de cinc que se escondió en un secreto del citado arca. Además otra serie de monedas habían sido escondidas también por D. Felipe Matéu y por Dña. Felipa Niño en diferentes mesas y rincones de los despachos del Museo el mismo día 5 de noviembre y en la noche anterior.

En la tarde del 4 de noviembre de 1936 se personó en el Museo el Subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública, D. Wenceslao Roces acompañado de un representante de la Junta de Incautación de Obras de Arte, Sr. Rodríguez Moñino3o, y una serie de guardias armados, . . . acompañados de un grupo de milicianos . . . siguiendo instrucciones del Gobierno de la República . . .» .

Desde el Museo fueron llamados su Director, D. Francisco Alvarez-Ossorio31 , y el Conservador del Gabinete Numismático, D. Felipe Mateu y Llopis, a quienes se transmitió la orden del gobierno de la República de que les fueran entregados los tesoros y los objetos más importantes de oro y plata, especialmente las monedas, para ser custodiados por el Ministerio de Instrucción pública La penosa labor de entrega de las monedas le fue encomendada a Felipe Mateu y Llopis, conservador del Gabinete, quien esa noche, lo más lentamente posible, aprovechando la falta de luz y utilizando todo tipo de maniobras para retrasar la llegada al armario XII, donde se guardaba el oro, y evitar la salida de algunos ejemplares, fue recorriendo los armarios con los milicianos y el representante de la Junta de Incautación y retirando los cartones con las piezas.

Una vez en la sala XXII del Monetario, a la luz de linternas pues no había luz eléctrica, D. Felipe Mateu inició la búsqueda, lo más lentamente posible, por la parte izquierda del salón que daba a la calle Villanueva, donde no había oro, salvo lo español moderno, temiendo llegar al testero frontal donde se hallaba la colección Vives de moneda árabe .

Así se fueron recorriendo los armarios y retirando los cartones con monedas, primero las onzas, y después, al llegar al armario XII, situado en la parte derecha del salón, los áureos romanos y los sólidos bizantinos, a los que siguieron una serie de monedas griegas . Por la escasa luz y la iniciativa del Dr. Mateu, fue posible que algunas monedas de oro pasaran como de plata y que en las cajas donde había doble cartón no se escrutara más que el superior.

En el vestíbulo de entrada a la Biblioteca, donde había unos potentes focos eléctricos, se instaló una mesa y una balanza. Allí, ante el asombro e indignación del Sr. Mateu, los cartones con las monedas se iban volcando en los gorros de los milicianos que le acompañaban y que después, por series, iban a parar a taleguitos independientes y éstos, a su vez, a dos cajas .

A instancia del Sr. Rodríguez Moñino se prescindió de la relación detallada de las monedas y sólo se hizo el recuento y peso global por series.

Aunque Mateu lo solicitó reiteradamente, el Subsecretario no quiso relacionar adecuadamente las piezas y sólo se hizo un recuento con el peso global por series.

Dado lo avanzado de la noche, se interrumpió la labor hasta el día siguiente.

La labor de búsqueda de monedas de oro continuó al día siguiente, en el que, arriesgando de nuevo su vida, Felipe Matéu y Llopis junto con Felipa Niño, también conservadora del Museo, pudieron esconder otras pocas piezas en los rincones de los despachos.

A primera hora del día 5 se continuó con la búsqueda de monedas de oro y se sacaron una serie de monedas modernas extranjeras así como medallas. Ya por la tarde se retiraron en sus bandejas algunas monedas árabes sin pesar y la totalidad de las monedas visigodas que se conservaron en sus propios cartones, sobre los que se colocó un ejemplar de su recién publicado Catálogo.

Según el acta de entrega, las monedas incautadas, sin mayores precisiones, fueron:

- 58 monedas griegas, con peso de 0,429 kg.

- 830 romanas, con peso de 5,353 kg.

- 297 bizantinas, con peso de 0,992 kg.

- 343 árabes, con peso de 1 ,251 kg.

- 242 árabes que no se pesaron.

- 322 visigodas que no se pesaron.

- 94 españolas medievales y modernas, con peso de 1 ,028 kg.

- 111 francesas y portuguesas, con peso de 0,577 kg.

- 432 extranjeras, con peso de 2,581 kg.

- 67 medallas, con peso de 3,636 kg.

- 2 medallas más, con peso de 0,061 kg.

A la vista de esta somera relación, el número de monedas se oro que salieron del Museo fue de 2.796, con un peso de 15,908 kg ., sin contar las 242 monedas árabes y las 322 visigodas que no se pesaron.

Esta cifra total y la realizada por series no pueden ser muy exactas, a la vista de las condiciones en que se realizó el cómputo de los ejemplares y de las abundantes monedas de plata que se tomaron por piezas de oro.

Esta versión que aquí se ha recogido es la de C. Alfaro, por lo que debe considerarse, sustancialmente, la de F. Mateu y Llopis39, la cual puede contrastarse con la de A. Rodríguez-Moñino, otro de los testigos directos de la incautación.

Ambas versiones coinciden en lo fundamental, como la premura que se exigió en esa situación y la violencia, con riesgo de muerte, sufrida por los funcionarios del Museo, aunque la versión de A. Rodríguez-Moñino  es, en realidad, un pliego de descargo, según el cual actuó intentando paliar los hechos todo lo posible, aunque para ello vertiera acusaciones de cobardía sobre un probo funcionario como el Director, Francisco Álvarez-Ossorio.


UNA GRAVE PÉRDIDA PARA EL PATRIMONIO HISTÓRICO ESPAÑOL

Según C. Alfaro, la incautación de las monedas del Museo Arqueológico Nacional significó la pérdida para el patrimonio histórico español de la mejor colección de monedas de oro del país.

Según el acta de entrega se incautaron 2 .796 monedas, que es casi la totalidad de las que poseía el Museo, a excepción de las que pudieron ser salvadas por los conservadores:

- 50 griegas, 830 romanas, 297 bizantinas, 322 visigodas, 585 árabes,

- 94 españolas medievales y modernas, 543 extranjeras y 67 medallas, que actualmente se encuentran en paradero desconocido.

Con ello desaparecieron importantes monedas griegas como un estátero de electrón de Cícico, un «dárico» de oro y el triple shekel de electrón de Cartago con leyenda BeARZaT, las monedas de oro ptolemaicas, las republicanas romanas y casi todas las imperiales.

Entre las monedas de Egipto salieron las octodracmas de oro de Arsinoe, Ptolomeo III, Berenice, Ptolomeo IV y Ptolomeo V.

En moneda republicana (de Roma) se incautaron los áureos de 60, 40 y 20 ases con cabeza de Marte en anverso y águila sobre rayo en reverso, acuñados hacia el 209 a.C., así como otros 1 9 áureos de las familias Antonia, Barbatia, Caecilia, Claudia, Durmia, Hirtia, Julia, Munatia, Norbana, Numonia, Pompeia y Servilia.

En cuanto a moneda romana imperial, el Catálogo-Guía de 1925 daba la cifra de 966 monedas de oro.

Se perdieron casi todas, salvo unos pocos áureos de Trajano y Adriano fundamentalmente y el cuaternión de Augusto, escondido junto con otras piezas importantes de la colección como la gran dobla de Pedro I y el centén de Felipe IV en los días anteriores a la incautación.

Poseemos 500 improntas de áureos, realizadas por el Sr. Pinilla, un alumno de Manuel Gómez Moreno, quien las donó al Museo en 1944, que reproducen parte de las piezas que poseía el Museo, y que nos han permitido saber las monedas que se perdieron, casi todas, salvo unos pocos áureos de Adriano (n . o cat. 368) .

Una de las pérdidas más significativas fue la de las monedas visigodas, que acababa de ser publicada ejemplarmente por Felipe Mateu y Llopis.

Según la magnífica monografía de Mateu y Llopis estaba formada por un total de 322 piezas auténticas más 132 entre falsas y reproducciones, con algunas tan importantes como el tremis de Hermenegildo con leyenda REGIA DEO VITA, que había pertenecido al infante D. Gabriel.

La magnífica colección de moneda hispano-árabe de oro se perdió en su casi totalidad, salvo las monedas transicionales, las del Emirato, unas pocas califales y algunas muy importantes de las taifas almorávides ingresadas con la colección Miró.

De las monedas medievales, modernas y medallas que se incautaron apenas nos han llegado datos ".

En fechas posteriores, pocos años antes de morir, uno de los involuntarios protagonistas de este suceso, Felipe Matéu y Llopis, todavía recordaba con evidente amargura cómo «verdadera catástrofe para la Numismática nacional» aquellas aciagas fechas del 4 y 5 de noviembre de 1936 con

una asociación de recuerdos a sus más de 90 años que no deja de ofrecer interés.

Más recientemente, también ha hecho una breve referencia a este acontecimiento Pío Moa.

Hasta ahora, nunca se ha intentado hacer el cálculo aproximado del valor que tendrían en la actualidad estas monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional.

Al margen de su interés histórico y como conjunto irremplazable en el Patrimonio Histórico de España, en lo que sin lugar a dudas radica su mayor interés, como dato de referencia y de forma muy aproximada al no haber quedado inventario detallado de las monedas, se ha cuantificado el valor que podrían éstas tener

En cuanto a Roces, se le mitificó en su retorno del exilio de 1977 como un salvador del patrimonio. Solo desde ABC se le pidió que diera unas explicaciones que al final no dio.

Nos preguntamos sobre la moral de esos políticos porque estaban saltándose la propia ley republicana de 1933 sobre protección del patrimonio.

«Si no hicieron inventario era porque no había voluntad de devolver nada»

Ellos no se cuestionan sus actos.

Aducen estado de necesidad y funden los tesoros de toda una nación en México.

Si no hicieron inventario era porque no había voluntad de devolver nada.

También desmontan el mito de la generosidad de México con el exilio republicano…

Quisimos confrontar la documentación de los archivos españoles con el Banco de México y lo conseguimos.

Quedó claro el proceso de transformación de los bienes artísticos en oro y plata, la implicación del gobierno Cárdenas.

Los números del Banco de México concuerdan con las tres contabilidades (Prieto, Esplá, Abelló) de los dirigentes de la JARE.

Fue un trabajo arduo porque los asientos estaban en dólares, pesos y francos.

No es lo mismo vender a peso que en el mercado libre.

Pensamos en el oro pero no hay que olvidar los diamantes que se vendieron en dólares en el mercado estadounidense.

Si alguien poseyera una de esas monedas o piedras preciosas guardará silencio porque habría de explicar su procedencia.

UN PLAN MUY INGENIOSO Y LUCRATIVO

Hemos hecho referencia, asimismo, al grave contencioso mantenido entre Eliodoro de la Torre y Francisco Méndez Aspe.

En un momento determinado, los vascos hacen referencia al "Vita", considerado como un asunto ultrasecreto.

Si bien no causa el efecto deseado.

A partir de ese momento, las Delegaciones Vasca de París y Londres inician una carrera frenética para localizar al "Vita".

Sabiendo que su tripulación era vasca, querían utilizar al "Vita" y su cargamento para presionar a Negrín y Méndez Aspe.

Desde París, se envía a Ordorika un primer telegrama pidiéndole que fondee el barco en alta mar, en espera de órdenes. Dicho cable dice así:
"ACCORDE PARTI NATIONALISTE BASQUE QUE LE BATEAU A SON CHARGE NE FASSE PAS L. ENTREE EN AUCUN FORT EN ATTENDANT INSTRUCTIONS STOP VOUS DEVEZ DONT SORTIR HAUTE MER ET VOUS COMMUNIQUER PAR RADIO LA POSITION JUSTE DU BATEAU A ZIAURRIZ 11 AVENUE MARCEAU PARÍS STOP ARMATEUR VOUS RATIZIERA CES ORDRES STOP NE LAISSEZ PAS QU'ABORD IL Y AIT D'AUTRES ORDRES QUE LES VOTRES STOP VIE LONDRES VOUS RATIFIERONT CE RADIO STOP VEULLEZ ACCUSER RECEPTION A RADIOGRAMME".
El telegrama de Ciaurriz

La situación no era tan fácil. Por un lado, el primer telegrama había llegado demasiado tarde ya que, al no localizar a tiempo a Gamboa, no estaban segu­ros sobre la ruta.

Por otro lado, desconocían la filiación política de la tripulación que, aunque vascos, no todos eran nacionalistas.

Ordorika escribiría más tarde que sólo dos oficiales eran de su plena confianza: Erze y Bilbao.

Poco después, Doroteo de Ziaurriz, como presidente del EBB enviaba un nuevo telegrama.

Esta vez en euskera, que llega cuando el barco ya había llegado:
JOSÉ ORDORIKA ASUA BATEAU VITA ROUTE MEXIQUE PORT VERACRUZ
EUZKOTARR BEARR NAGUSIENAK ESKATZEN DAUTZUBE ZURE MENDE DAGON ITXAS-ONTZIJA EZ DABILA, ZARTU BEARR IÑUNGO KAYAN GUK AGINDUGABE GURE JAURLARITZAK USTE-DABEN LEZ STOP URRTEN ZAITE ITXAS ZABALERA TA EUZKERAZ ERANTZUN NUN ZAGOZAN TA NEURI ZIAURRIZ 11 AVENUE MARCEAU PARÍS STOP NEGRIÑEN ORDEZKARIARI EZ ITXI EZER EGITEN STOP ZURE ABERRTZALETASUNESAGUNAK TA GURE MARIÑELARENAK ZURE ALDE IZANGO DIRA NOZKI STOP MARINO JAUNAK GURE EZKAERA ONTZAZ ARTUKO DU STOP LONDRES-EN BIDEZ ARRTUKO DOZU AU BERA STOP ERANTZUN ARRTU BEZIN LASTERR.
ALDERDI EUZKOTARREN LENDAKARIJA ZIAURRIZ.
Ordorika se siente impotente y, sobre todo, en una situación personal muy difícil, y así se lo hace saber al presidente del Partido.

Prieto se hace con el "tesoro"

El 2 de abril de 1939 Prieto llamaba al capitán Ordorika, a la sazón hospedado en el hotel Majestic de la Ciudad de México, para comunicarle un repentino cambio de la situación:
"Le he llamado, Ordorika, para decirle que en el hotel Reforma hay un señor llamado Pueche que ha llegado hace dos o tres días. Este señor ha venido a visitarme y, aunque nada me ha dicho, sospecho que tiene algo que ver con ustedes. Por lo tanto, cuando usted vaya esta noche al hotel preséntese donde dicho señor y pregúntele sí tiene alguna orden para ustedes, y caso de no ser así, mañana mismo liquidaré con ustedes la cuenta que tienen pendiente".
Apenas habían terminado esta conversación cuando llega al domicilio de Prieto, José Puche. José Ordorika es llamado para que participe en la conversación. Es entonces cuando el capitán del "Vita" conoce, por primera vez, la misión del visitante:
Efectivamente, era el hombre que venía con  instrucciones, aunque un poco tardías, pues ya los hechos estaban consumados. Ahora bien, parece ser que este señor venía a obrar con instrucciones concretas del “Gobierno”, es decir, con independencia, pero ante lo ocurrido tuvo que dirigirse al señor Prieto para hacerse cargo de la conversación, al pretender el señor Puche justificar su actitud, dijo estas palabras dirigiéndose al señor Prieto: “Yo no he tenido ninguna reserva con usted”. A lo que el señor Prieto interrumpió diciendo: ¿Ninguna?. Todas querrá usted decir".
Posteriormente, José Ordorika mantendría una larga entrevista con el doctor Puche, explicándole detalladamente todos los pormenores del viaje, e insistiendo en el asunto del pago de las gratificaciones.

Tras la entrevista, Puche envía varios telegramas a Negrín y Méndez Aspe, dando cuenta de lo sucedido.

El 30 de abril de 1939, Indalecio Prieto creaba la Junta de Auxilios a los Republicanos Españoles (JARE), como organismo alternativo y con la misma finalidad de la SERE, fundada por Negrín mes y medio antes.

El "Vita" y su cargamento van a jugar un papel definitivo en el nacimiento de este organismo.

Después de transcurrido casi un mes, el capitán Ordorika recibía un telegrama de José Aldama, otro de los directores de la Mid Atlantic, en el que transmitía un mensaje de Gamboa, ordenando el regreso del barco a Europa.

Sin embargo, esta orden no se va a cumplir por dos razones fundamentales: la principal, la falta de dinero. Por otro, esperaban la llegada de Méndez Aspe, que debía solucionar la situación.

El ministro de Negrín llegaría a mediados de mayo.

El día 21, celebraba una primera reunión con Mariano Manresa.

Al día siguiente, Manresa y Méndez Aspe deciden vender el barco.

El primero llegó a enviar un telegrama, pidiendo precio a un intermediario inglés, sin contar con Gamboa.

Asimismo, el ministro dirá al capitán Ordorika que esperase a la llegada de Negrín para poder tomar una decisión definitiva sobre su futuro. Como es sabido, éste no llegará.

A pesar de esto, Ordorika -que, a juzgar por su correspondencia, dudaba de la legitimidad del Gobierno de Negrín- pide consejo tanto a Prieto como a la Delegación del Gobierno Vasco en México y, por supuesto, a Marino Gamboa.

Por otro lado, pensaba que Méndez Aspe y Manresa no jugaban limpio con Gamboa.

Este último, por otro lado ha hecho una oferta de "compra" -lo entrecomillamos ya que, como hemos dicho, en aquellos momentos era su único propietario legal-, pero no le es aceptada.

A finales de mayo de 1939 el destino del "Vita" era incierto.

Manresa, negrinista acérrimo, era el encargado de realizar los pagos -con los fondos que le proporcionaba Puche-, amén de contar con la absoluta fidelidad de sus hombres, los del "Tramontana".

Del mismo modo, Ordorika sólo cuenta con dos oficiales fieles -Erze y Bilbao- y, como hemos señalado, no dispone de medios económicos, por lo que está sometido, de alguna forma a Manresa.

A todo esto hay que sumar que algunos tripulantes quieren legalizar su situación, bien para instalarse en el país -caso del primer oficial, Tomás Echave, que ya ha llamado a su familia-, bien para regresar.

Por otro lado, aún estaba pendiente el asunto de las gratificaciones.

La última decisión sobre el futuro del "Vita" estaba en manos de Gamboa.

Éste telegrafía desde París a Aldama, facultándole "para que resolviera el asunto del barco en la forma que el señor Prieto estimara más conveniente".

Gamboa, en una decisión trascendental, indiñaba la balanza a favor del ex ministro socialista.

En vista de ello, la delegación de la JARE -que cuenta ya con la documentación del barco- se hace cargo de los haberes que se adeudan y de las indemnizaciones que pudieran corresponderá la dotación de la nave.

A finales de junio se transfiere la propiedad al capitán Ordorika, que pasa a depender de la JARE.

El "Vita" va a hacer el último viaje con este nombre.

Su destino será el principal puerto turístico de México, Acapulco.

De paso por Panamá, el "Vita" se matricula en aquel país y se le pone de nombre "Abril".

Este había sido inspirado por Indalecio Prieto en recuerdo del mes en que se proclamó la República. Por otro lado, las oficiales supervivientes -algunos de los del "Tramontana" que habían cambiado de bando- aprovechan la circunstancia para convalidar sus títulos náuticos españoles con los de aquel país, lo que significaba el pago de una pequeña cantidad.

En Acapulco, el "Abril" permanece durante casi un año.

Se trataba de conseguir un comprador entre los ricos turistas que frecuentaban sus playas. Finalmente, el barco sería vendido en La Habana.

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Cuando Puche llegue por fin a México el 31 de marzo, se encontrará descolocado por el papel protagonista asumido por Prieto, y aunque realizaría tímidos intentos por revertir la situación, no lo conseguirá.

Prieto explicaría a Ordorika que Puche se hallaba desde el 3 de abril en el Hotel Reforma, y le sugeriría que se pusiera en contacto con él para conocer las instrucciones de que era portador.

Pero el capitán rápidamente dedujo que, estando la carga en poder de Prieto, la posición de Puche era insostenible, lo que comprobó de inmediato al ser ninguneado por el dirigente socialista, que no dudó en desentenderse de su compromiso previo de hacerse responsable de los gastos de la tripulación para endosárselos al enviado de Negrín, quien hubo de afrontarlos durante un tiempo con cargo a los fondos que el SERE puso a su disposición, cumpliendo, él sí, la promesa realizada a la tripulación por los representantes del gobierno republicano antes de partir de Francia.

De hecho, el resentimiento de Puche por la actitud de Prieto se mantendría a lo largo de su vida; en una entrevista el año 1978, transcurridos cuarenta de los sucesos, expresó que Prieto
[...] malogró las instrucciones que yo traía del gobierno legítimo de la República [...] la excusa que dio para intervenir no era válida, porque decía que el Gobierno había abandonado, una cosa que no la había. En realidad lo que pasó es que siendo una cosa de poder material podría convertirse en poder político [...] a través de conversaciones yo no quise intervenir en el asunto puesto que me daba la impresión de que, al haber intervenido otras personas, sí era un asunto muy delicado, pues tenía yo que recibir nuevas órdenes del Gobierno presidido por don Juan Negrín, y así lo hice. Pues don Juan, a la vista de estas cosas, pues aplazó cualquier decisión que se pudiera hacer sobre este asunto hasta venir a México, cosa que hizo poco después...
Sus críticas se extendieron a la forma en la que se gestionó el cargamento, que tuvo ocasión de ver en el depósito instalado en Villa Obregón:
[...] se abrieron cajas, porque ahí en ese cargamento venían joyas de particulares, joyas del Estado español, incluso un monetario muy valioso, venían una porción de reliquias y de objetos de valor; incluso, pues, muchos de nosotros habíamos, durante la República, cedido al gobierno lo que pudiéramos tener de valor, para ayudar al gobierno a sostener los grandes gastos de la guerra; de modo que yo guardo todavía el recibo de unas pocas joyas que tenía mi mujer en el banco, que teníamos la cuenta corriente en Madrid, Banco Español de Crédito. Pero, en fin, esto es lo de menos porque, al fin y al cabo, era la obligación que todos debíamos cumplir. 
Lo terrible es que ese cargamento, al intervenir otras personas de las que había destinado el gobierno de la República pues se convirtieron en... en algo de trafique, de desmontar joyas, en fin, cosas que han sido muy desagradables para todos.

Entonces yo ya perdí la ilación, aparecieron unos cajones ahí, en el Popo, tirados, que eran cajones de cajas fuertes de bancos, de cajas de ahorros, ya desde ahí ya no supe nada más.

El proceso provocaría, en opinión de los negrinistas, una ruptura en el exilio cuyas consecuencias se extenderían más allá de la propia gestión del cargamento:
[...] las personas que intervinieron directamente en este desgraciado episodio de la guerra española, habrán de responder, en día no lejano, de las tremendas responsabilidades de todo orden contraídas en las distintas fases del bochornoso acto de expoliación cometido. 
Entre esas responsabilidades se destaca por su gravedad la de carácter político contraída al originar, premeditadamente, una profunda y dolorosa escisión entre la masa de republicanos españoles exiliados, causa esencial, si no la única, de que al finalizar la guerra de Europa no despareciese el odioso régimen de Franco y se restableciera la República».

Una versión muy diferente a la que Prieto y la JARE expondrían en los informes que elaborarían entre los años 1939 y 1946, puesto que, según el relato que Prieto realizaría, cuando Puche fue informado por él mismo y Ordorika de las circunstancias en las que se habría producido el desembarco de la carga, y del hecho de que esta se encontraba bajo su custodia por expreso mandato del presidente Cárdenas, Puche habría expresado su conformidad a que Prieto continuara detentando el control pese a la oferta del socialista vasco de cedérselo, un extremo para el que debe matizarse que Puche no podía sospechar que Prieto fuera a oponerse a Negrín de la forma en que lo hizo y mantener la custodia con el apoyo de Cárdenas. Además, Puche no era conocido en México, por lo que le resultaría difícil abrir unos canales de comunicación, que Prieto ya controlaba, introduciendo en las autoridades mexicanas dudas sobre el destino de un cargamento en el que estaban muy interesados.

Por consiguiente, no es que Puche se fiara de la palabra de Prieto, sino que, literalmente, no podía hacer otra cosa.

Años antes de las declaraciones de Puche,el 15 de mayo de 1959, el mismo Prieto había explicado a su amigo Sebastián Miranda su actuación en el momento de la llegada del barco, recordando la versión oficial establecida por los seguidores prietistas:
[...] yo salvé ese cargamento puesto que, no habiendo venido declarado, era materia de contrabando y justificaba su confiscación que ya algún funcionario pretendía: la alta autoridad a que entonces recurrí dispuso se saltara sobre todos los trámites aduanales y que el cargamento se desembarcara libremente, pero bajo una condición: la de que yo fuera el único responsable de su custodia e inversión.
Acepté esa condición, que me resultaba abrumadora, y la acepté porque, en caso contrario, aquel cargamento, muy valioso, pero no tanto como la fantasía dio en decir, se hubiera perdido para todos los españoles, para los de un bando para los del otro: para todos absolutamente.

Prieto explicó el suceso de la mejor forma posible para sus intereses, pero de hecho es innegable que maniobró con habilidad para obtener el control de unos fondos con los que sabía que su papel en las luchas políticas del exilio sería decisivo.

No quería de ninguna manera devolver el cargamento al control de Negrín ni de sus seguidores, consciente del poder político que se derivaba de la gestión de los recursos económicos que se obtendrían por la conversión y venta de los objetos que conformaban el cargamento, un poder efectivo sobrevenido que le permitía vengarse de sus disputas con el presidente del gobierno de

La lucha por el control del cargamento la República, muy enquistadas especialmente tras el cese de Prieto como ministro de Defensa Nacional el 5 de abril de 1938.

Negrín transmitió a Prieto el veto a la gestión de los fondos sin contar con una orden expresa suya o del ministro de Hacienda, conminación que Prieto acató en un primer momento.

Sin embargo, una vez evaluada la situación, comprendió que tenía en su poder un recurso imbatible para atacar la legitimidad del gobierno de Negrín en el exilio, aunque este hubiera recibido el apoyo de la Diputación Permanente de las Cortes en sendas declaraciones los días 31 de marzo y 1 de abril.

Por el contrario, consideraría que dichos fondos estarían mejor custodiados a su cargo, a la espera de lo que pudiera decidir en el futuro la Diputación Permanente, y remitió un comunicado en este sentido el día 12 de abril:
[...] todos los recursos del estado con respecto a los cuales y por sugestiones ajenas me he visto obligado a hacer alguna gestión, se mantienen íntegros y sin trabas, continuando bajo la custodia de aquellas mismas personas que fueron designadas para mantenerla por el propio gobierno de la República cuando este se hallaba en plenitud de funciones.
Esta afirmación solo era cierta en parte, por cuanto si bien Puente ejercía funciones de control de la carga, ni Sabater —encargado oficial de la misma— ni tampoco Manresa desempeñaron ningún papel en relación con el cargamento desde su llegada a México, y Prieto se negó a reconocer la prolongación de actuaciones de los miembros del gabinete de Negrín e indicó que, como miembro de la Diputación Permanente de las Cortes, tan solo a esta rendiría cuentas de su actuación.

Además del apoyo del presidente Cárdenas, Prieto obtuvo la aquiescencia de cuatro notables exiliados: los ex presidentes del gobierno José Giral y Augusto Barcia, y los ex ministros Sebastián Pozas y Félix Gordón Ordás, quienes acordaron poner los bienes a disposición de la Diputación Permanente de las Cortes, radicada en Francia, ignorando así completamente las gestiones del gobierno exiliado de Negrín.

Esto, además, podía vincularse con las resoluciones que la propia Diputación Permanente había acordado en su reunión de París los días 6 y 7 de marzo, cuando, tras el golpe de Estado de Casado, asumió desconocer la autoridad del gobierno de Negrín, arrogándose un papel determinante como «la representación permanente del Parlamento, y siendo éste el único órgano de carácter popular de la República, se reserva el derecho de solicitar de todas las autoridades republicanas el informe de sus actos», declaración que no sería sino el prólogo de la tensa intervención que Negrín tendría ante dicha institución el día 31 de marzo. Así pues, cuando Prieto decidió situarse al lado de la Diputación Permanente, era consciente de los apoyos que recibiría.

El 2 de abril se constituyó el consejo directivo del SERE, y el 7 Negrín advirtió a Prieto, a través de un telegrama remitido por Pascua, de que no dispusiera de los fondos:
[...] última sesión Diputación Permanente Cortes reunida hace unos quince días
Gobierno que presido ha sido reconocido como Gobierno legítimo en funciones para cuantos asuntos deriven guerra, confiriéndosele ese efecto máximos poderes, cuyo uso dará cuenta periódicamente ante Comisión nombrada por Diputación Permanente, integrada todos Partidos. En consecuencia no se puede proceder ahí al empleo de los recursos del Estado Republicano sin orden expresa mía o de Ministro de Hacienda.  Pero aunque Prieto aceptó inicialmente en su respuesta del mismo día 7, remitió una copia de esta al presidente de las Cortes, Martínez Barrio, para que la Diputación Permanente tuviera conocimiento de los hechos, y también a la ejecutiva del Partido Socialista a través de Victoria Kent:  [...] ninguna resolución adoptada bajo mi consejo ni situación alguna creada por auxilio mío estorban perfecto cumplimiento instrucciones contenidas su telegrama  [...] esta línea conducta atemperábase a lo que, primero como Ministro y luego como ciudadano, permíteme indicar reiteradamente a V.E. desde hace más de un año, procurando yo suplir ahora aprisa lo que organizado holgadamente entonces hubiera disminuido desventuras y tristezas   [...] congratúlame poner incólume disposición dichas personas cuanto acaso estas no habrían podido salvar aun habiendo llegado con oportunidad debida [...] circunstancias oblíganme notificar esta resolución y causas motivan la personalidad mejicana trató conmigo asuntos con nobleza y generosidad loabilísimas.
Probablemente, los primeros contactos mantenidos con los responsables del transporte del cargamento y con otros exiliados habían inducido a Prieto a pensar que la actuación de Negrín no contaba con el respaldo de las instituciones y quiso quedar a cubierto de sus actuaciones.

Una vez conocida la fragilidad de las relaciones del presidente con la Diputación Permanente, se negó a entregar el control y empezó a maniobrar para acabar con la influencia de Negrín, remitiendo un extenso informe de sus actividades en América al presidente de la Cortes, Diego Martínez Barrio, el 12 de abril, quien, por otra parte estaba siendo impelido por algunos diputados, como Francisco Gómez Hidalgo, a exigir a Negrín explicaciones sobre los fondos que había situado fuera de España.

El presidente de las Cortes expresaba ya sus dudas a estos sobre el proceder de Negrín a finales de marzo, por lo que los argumentos de Prieto caían en terreno abonado.

En el informe, Prieto indicaba que antes de partir de Washington había expresado a Gonzalo Zabala, Francisco León Trejo y Fernando de los Ríos su preocupación por el inminente fin de la guerra y la necesidad de poner a buen recaudo una serie de capitales que sirvieran para atender las necesidades de las personas más significadas en defensa de la República que, una vez consumada la victoria nacional, no pudiesen permanecer en España.

Añadió que la organización de dichos fondos ya la había expuesto a Negrín en abril de 1938, sugiriendo que los capitales se situaran en México cuando se propuso que él asumiera la embajada, pero que el presidente del gobierno había desconfiado de la capacidad de Prieto para hacerse cargo de la mencionada gestión.

Según dicha versión, Zabala y Trejo le habrían pedido que gestionase en México los fondos de que disponían en los Estados Unidos —lo que significaba un paso adelante cualitativo en la definición de la cadena de acontecimientos—, y él les garantizó, tras su entrevista con Cárdenas, la seguridad en territorio azteca para los fondos citados, que, tras depositarse en la embajada, serían trasladados a lugar seguro al finalizar la guerra. Respecto al asunto del Vita, Prieto reconocía abiertamente haber recibido el 17 de marzo el telegrama de Puente en el que se anunciaba la llegada del barco para el 23 o el 24, por lo que era indudable que ya se encontraba sobre aviso, y si bien es cierto que en el texto no se citaba explícitamente el tesoro —hubiera sido una locura hacerlo mediante un medio de comunicación público—, es evidente que la presencia de un militar como Puente a bordo de un barco cuya finalidad todos conocían desde el momento en que fue comprado, hacía muy simple deducir la importancia y el contenido de la misión que tenía encomendada.

Una vez llegado a puerto, Puente se habría puesto en contacto con él en la capital para preguntarle si disponía de instrucciones respecto a la carga y ante la negativa:
[...] me reiteró la extrañeza, no solo suya sino de otros camaradas que habían hecho con él la travesía, por suponer que sería yo el depositario de ciertas instrucciones que, al partir de Europa, se les dijo recibirían aquí y no acertaba a comprender cómo, careciendo yo de ellas, no hubiese llegado alguna persona trayéndolas, pues se había dispuesto de tiempo sobradísimo para el viaje del emisario vía Nueva York.
Prieto declararía que fue en ese momento cuando supo del contenido de la carga del barco y que sus pasos se encaminaron a salvarla de las autoridades del puerto de Veracruz, dado que
[...] los aduaneros del puerto aludido, todos ellos de acusadísima filiación fascista y cuya hostilidad hacia los españoles adictos a la República había yo tenido ocasión de comprobar personalmente días antes, podrían originar un tremendo disgusto y ocasionar daños irreparables y de gran magnitud...
La última parte de relato es producto de su experiencia personal de mediados de marzo, cuando se desplazó al puerto citado para recuperar su equipaje y recibir a Gordón Ordás, que llegaba de La Habana.

Dadas las relaciones entre los políticos socialistas, es incomprensible que en el momento de la partida del barco Puente y Sabater pudieran creer que Negrín y Méndez Aspe hubiesen confiado la gestión de la carga a Prieto y que, de ser así, no les hubieran informado de ello claramente.

Del mismo modo, si no se les indicó que el destinatario era Prieto, aunque se conocía su presencia en México, era evidente que el motivo no era otro que el hecho de no ser él el destinatario y, como ya se ha indicado, los representantes del gobierno republicano no podían comunicar el nombre al no haberse decidido aún que fuese Puche el encargado de recibir la carga.

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